Arribo a Bruselas

Arribar a la capital de Europa, simplemente me dispararon pensamientos de situaciones ya conocidas. Presencia policial, en pares cada 50 mts., carteles en tres idiomas, Flandes, Francés e Inglés; ‘tenga cuidado, con timadores de billeteras’.  Descendemos, un nivel y la estación de ‘Midi’ se presenta en todo su esplendor de llamativos revuelo de carteles avisando que el solado esta en reparación, por donde se mire y se camine, el cerámico está roto. Emparches de láminas de acero antideslizantes, cubre extensamente algunas aéreas. -Pienso, si una empresa local supiera colocar cerámicos en grandes superficie, tendría trabajo en esta ciudad-. Todo está en reparación en la estación de articulación de transporte de 5 niveles, -más policías por allí-.

La presencia de norte-africanos llama la atención. Una niña con su cabeza cubierta por un pañuelo, mendiga, su manito extendida con 50 centavos de euros en su palma, indica donde depositar la contribución. Una mujer, también con el cabello cubierto por un pañuelo, arrodillada sobre una manta blanca se ubica detrás de la niña. Esta repite una frase inaudible, el ruido ambiente, empalaga todo atisbo de expresión.

Transcurridos 15 minutos de caminata en las entraña de la estación, uno ha descendido otro nivel, otro, otro, y otro…

Casi sin transición, pasamos a un lujurioso shopping mall, todas las ofertas de marcas de franquicia están allí, absolutamente todas, nada nuevo atrae, todo es pura repetición de consumo ilimitado que se alza 5 niveles sobre nuestra cabeza. Recuperamos la noción del encuentro con la luz solar, allá, afuera sin visualización, apesadumbrado por la carencia de aire fresco.  El recorrido se vuelve interminable. Asumimos que la intencionalidad de tamaña extensión, es para permitir meter la mayor cantidad de oferta de locales como sea posible. Uno pierde la noción de estancia, del estar, todo se transforma en un caminar dentro de una manada humana conducida al corral.

Para diferenciarse, y recuperar el ‘ser’ y el ‘estar’, uno debería detenerse y estar en control su ‘individualidad’, a partir del acto de la elección y compra de un producto que genere una distinción dentro de la manada. Nada de esto hicimos. Solo nos concentramos en salir de ese corralón de franquicias, agobiante y repetitivo. La ultima escalera mecánica, una combinación entre escalera y cinta transportadora en horizontal, nos lleva finalmente al exterior. Hemos arribado a Bruselas.

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