DISEÑO URBANO Y PARTICIPACION CIUDADANA:de las metaforas al hacer ciudad



La costanera posadeña marca un salto sustancial en la calidad de vida de los ciudadanos. Pero, ¿hubiéramos tenido una costanera ‘distinta’ si el diseño contuviera las de la ciudadanía debidamente consultada?, ¿sería mejor que la actual?. Si en cambio sabemos que el proyecto salió de la galera, luego que una ristra de consultores añadieron sus firmas intangibles al proyecto originalmente concebido por un equipo municipal, finalmente marginado. La formula de la obra pública=ganar elecciones, ha sido comprobada nuevamente. Este esquema en donde pocos actores participan en la generación del espacio público es una constante, es una normalidad de los gobiernos de la democracia que hay que desarticular.

En cambio lo que marca una anomalía de esta ‘normalidad’, ha sido el concurso de la peatonal de Posadas. Una constelación de actores quedaron alineados provisionalmente, mientras un intendente sin poder y sin posibilidades de reproducción política, lo convirtió en precisamente lo contrario, alineando otros grupos de intereses que llevaron adelante el concurso.

El equipo técnico municipal en tanto, encuentra una fisura para filtrar y hacer algo que siempre supieron que debían hacer -¿ciertas lecciones aprendidas del proyecto de la costanera?-. Por ultimo, los comerciantes sabedores que un buen escenario urbano mejora y potencia la demanda.


Algunas consideraciones
A pesar de mi cercanía con los autores del proyecto ganador, no lo conozco en toda dimensión porque simplemente no lo tiene, más bien son intenciones a ser desarrolladas por la ciudadanía. Es una formula ampliamente probada por experiencias en distintos puntos del mundo. El diseño urbano es una normalidad en la gestión del espacio público, facilitando la confluencia de intereses sin hegemonías.


Las autoridades elegidas recrean sus prestigios y se revalidan si el proceso es transparente e inclusivo. Y de esto trata todo el ejercicio de la producción colectiva de actores del espacio público, que sin distinción entre frentistas, artesanos, vendedores ambulantes y personas interesadas, se incorporan e integran a un proceso único de creación.


Esta creación de espacios e identidades presenta dificultades que demandan un proceso de aprendizaje para conocerlas, reconocerlas y evaluar caminos para superarlas. Por ejemplo: una peatonal atractiva tiene que ser bien abastecida por aéreas de estacionamiento y transporte ubicadas en los bordes;  sin ellas la misma será desierta ‘vereda ancha’. Los comerciantes deben propender a mantener una calidad de oferta distintiva para generar y sostener una taza de beneficio que permita la reinversión constante, gesto que permita ser pervivida por los ciudadanos.


Para que ello ocurra, la oferta debe presentar una variedad categórica que atraiga una demanda diferenciada en edades y genero. Esto último no distingue entre frentistas, vendedores ambulantes o artesanos.


Es que el peatón requiere de espacios donde deambular, donde desarrollar su propia agenda. Un peatón no siempre es un comprador. El sentido de la amplitud y pertenencia colabora a la apreciación, y esta a su vez a la selección como asimismo al consumo. Si hay saturación de carteles, depuestos de ventas, de obstáculos que no armonizan con la experiencia del estar y disfrutar cierta porción particular de ciudad, toda intervención será en vano.


Las identidades
Sobre el tema de las identidades, se trata de aprender a reconocer la diversidad, la existencia del ‘otro’, por cuanto la diversidad aporta vías de soluciones que antes se desconocían. Si cada uno o el otro se cierra a mantener su posición no explicitada, el proceso no avanza. En cambio, al poner en un mismo plano ideas y voces, comienzan a reconocerse que las visiones no están tan equidistantes y que es posible llegar a un punto, a una situación que congregue al conjunto de ideas de los unos y de los otros.


Una vez instalado esta instancia, donde cada uno conoce las posiciones del otro, es cuando el proyecto pasa a una situación de pertenencia, de operatividad, donde las ideas fluyen sin barreras, sin cuidarse precisamente del otro. En un plano de igualdad entre los actores la negociación comienza a jugar un papel destacado, ya que los resultados del conocer al otro ayuda a balancear las posiciones, a tener el cuidado de incluir y rechazar posiciones que conspiren contra el flujo del sentido que toma el proceso de creación del espacio público.


Todo es posible de ser sistematizado en ordenanzas municipales que normalicen la forma de gestionar y construir el espacio público. Pero también es imperativo contrabalancear con presencia de los actores sociales, para que ejerzan su poder de persuasión y logra una mejora en la gestión urbana. Afortunadamente, en nuestra capital misionera hay experiencias que no deben desaprovecharse. Resulta fundamental establecer el principio básico de buenas costumbres entre ciudadanos y autoridades donde, primero se consulta y luego se actúa, lo que sería un logro establecerlo como practica para futuros emprendimientos de diseños urbanos.


Dimensión real
Si la distinción no está siendo apreciada en su real dimensión, importa mucho que los actores sociales convaliden lo aprendió en la práctica del taller, con miras a superar el ciclo conocido de utilización preelectoral de la obra pública.


Revalorizar esta experiencia del taller para formular nuevas demandas que formen parte de una agenda consensuada para la ciudad. La propuesta seria superadora de la práctica de los administradores de la cosa pública, que en el mejor de los casos toman banderas de ocasión –el caso del presupuesto participativo- pero sin intención algunas de implementarla, mientras la ciudad sigue su derrotero inconducente.


Pero se está gestando un proceso de selección positiva en la vía de gestionar la producción del espacio público.


Articulo publicado en www.territoriodigital.com/nota.asp?/c=9280956293961717
Junio 2004

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