LEEDS, DESDE LAS VEREDAS

Tal vez una de la más inquietante y bien preservada ciudad de la revolución industrial y con marcada intervención Victoriana. La dinámica del uso aparece aceptar nuevas y viejas formas en una trama que distingue claramente la unicidad arquitectónica, y la homogenización urbana.

Un mercado donde la vitalidad ciudadana encuentra todas las etnias posibles compartiendo un lugar. A lo lejos, las nuevas intervenciones arquitectónicas, como especímenes nuevos otean el casco viejo.

Como un castillo, donde la diversidad esta ‘protegida’ por una trama que lo contiene y mantiene una diversidad atractiva por las combinaciones de sonidos de muchos idiomas que se escuchan sin lograr identificar, sin lograr interactuar con esos sonidos nuevos y allí se dispara el atractivo de lo desconocido. Lo ‘externo’ al castillo, en este caso, arquitectura… por su dimensión, texturas y función concentra una especialidad que el castillo (el casco antiguo) licua por su homogenización rampante de urbanismo puro y duro, al cual la arquitectura como espécimen intenta romper o al menos marcar una diferencia que no logra desentonar con su encuadre urbanístico.

Es notable que existe hay una correlación (al menos que se demuestro lo contrario), entre espacio contenido revestidos con materiales brillosos, y baja densidad de personas. En cambio espacio abierto, con materiales rústicos, porosos el aglutinamiento es mayor. Alguien podría argumentar que lo que marca la diferencia es el tipo de actividad y por allí se explica ambas densidades… pero esto no termina de invalidar el primer argumento.

Leeds, rebosa de jóvenes universitarios, que conmutan por las callejuelas medievales que se resisten a desaparecer, y al contrario forma parte de las venas mas intimas con conectividad del casco céntrico. Alli tal vez hay otras búsquedas de trajinar que alimenta la idea de que desde la vereda, al menos, la vitalidad ciudadana se expresa cuasi sin ataduras.

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