MANCHESTER, DESDE LAS VEREDAS

Sorprende ver un intrincado plan maestro en operación. Pareciera que ciudades con vocación de futuro establecen en el presente lo que marca el porvenir. No se trata solo de una excelente interconectividad de alta densidad edilicia con alta vivencia a nivel de calle, donde las escala logran más que una excelente conversación.

No es solo el ojo adiestrado el que es capazas de filtrar lo visual. Hay ‘texturas’ de vida urbana que viene del pasado que no se pierde, emerge entre las entraña de lo nuevo. Lo nuevo impone tal vez, sin que desaparezca la trama subyacente, la que le dio base a lo nuevo. Lo viejo se envigoriza, se rodea de nuevas prestaciones, nuevos valores de expresión social que tal vez disloca, desubica de alguna manera, lo que hace un tiempo solo se lo veía como una uniformidad repetitiva, sin otro valor que el habitar. Ahora, con lo nuevo, esto cobra un sentido que lo extiende a un final conocido, el del ‘gentification’.

Este asalto de los que tienen capacidad de compra hacia los que solo tienen capacidad de venta de su único inmuble, pareciera que fue cuidadosamente equilibrado. Viejas estructuras comerciales vitales, se transforman en museos, sus residentes quedan en viviendas sociales, sin ser afectados -al menos a la vista de un paseante- por su nuevo estatus urbano.

Tal vez el más vibrante interconexión de viejo y nuevo conversando sin tensiones, potenciándose mutuamente. No hubiera sido posible que uno de ellos prevaleciera, en cambio en Manchester desde la vereda se siente un bienestar de transito exquisito para el visitante, al menos…

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